sábado, 3 de septiembre de 2011

Gigantes vistos vivos

AMÉRICO VESPUCIO deja la primera relación de Gigantes vivos.
En su viaje de 1.497 dice llegar a una isla, que posteriormente es llamada Curazao.
Curazao está situada en el SO del mar Caribe. Es una isla que se encuentra a 70 Km de la costa de Venezuela.

En carta enviada al rey de España en 1.504 dice:

... partimos y llegamos a otra isla, y encontramos que en ésa habitaba gente muy grande; fuimos en seguida a tierra para ver si encontrábamos agua fresca; y creyendo que la isla estaba despoblada por no ver gente andando a lo largo de la playa, vimos en la arena huellas muy grandes de gente, y pensamos que si los otros miembros respondían a la medida, que serían hombres grandísimos; andando en esto nos encontramos en un camino que iba tierra adentro y juzgamos que por ser chica la isla no podía haber en ella mucha gente; pero anduvimos por ella para ver qué gente era aquella, y cuando habíamos andado cerca de una legua vimos en un valle cinco de sus cabañas, que nos parecieron deshabitadas; y fuimos a ellas, y encontramos sólo cinco mujeres, dos viejas y tres muchachas de estatura tan alta que las mirábamos con asombro. Así como nos vieron les entró tanto miedo que no tuvieron ánimo para huir, y las dos viejas comenzaron con palabras a convidarnos trayéndonos muchas cosas para comer; y nos llevaron a una cabaña, y eran de estatura mayor que un hombre grande, pero de buenas proporciones; de modo que todos tuvimos el propósito de tomar a las tres jóvenes por la fuerza y como cosa maravillosa traerlas a Castilla. Y estando en estos razonamientos, comenzaron a entrar por la puerta de la cabaña unos 36 hombres mucho más grandes que las mujeres, hombres tan bien hechos que era admirable verlos, los cuales nos turbaron tanto que mejor hubiéramos querido estar en las naves que encontrarnos con tal gente.

Traían arcos grandísimos y flechas, con porras, y hablaban entre sí en un tono como si quisieran atacarnos. Viéndonos en tal peligro, hicimos varios consejos entre nosotros, algunos decían que nos echásemos sobre ellos dentro de la casa, y otros que era mejor en el campo, y otros decían que no comenzásemos la contienda hasta tanto viésemos que querían hacer; y acordamos salir de la cabaña e irnos disimuladamente por el camino de las naves; y así lo hicimos, y tomado nuestro camino nos volvimos a las naves, ellos nos seguían siempre a un tiro de piedra, hablando entre sí, creo que no con menos miedo de nosotros que nosotros de ellos, porque alguna vez descansábamos y ellos también, sin acercarse a nosotros; hasta que llegamos a la playa donde estaban los bateles esperándonos.

Entramos en ellos, y cuando nos largamos saltaron y nos tiraron muchas saetas, pero ya poco miedo teníamos de ellos; les disparamos dos tiros de bombarda, más para asustarlos que para hacerles mal, y al estampido huyeron todos al monte; y así nos separamos de ellos y nos pareció salvarnos de una peligrosa jornada. Andaban desnudos del todo como los otros. Llamo a esta isla la Isla de los Gigantes, a causa de su gran talla; y fuimos más adelante bordeando la tierra, en la cual muchas veces nos ocurrió combatir con ellos porque no nos dejaban coger cosa alguna de tierra.

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